300Corte SupremaCorte Suprema30030010068Luis Sarmiento Buitrago197017/06/1970Luis Sarmiento Buitrago_1970_17/06/197030010068ESTADO DE SITIO NORMAS SOBRE EXPEDICION DE SALVOCONDUCTOS La Corte se inhibe, por sustracción de materia, para decidir sobre la constitucionalidad del Decreto legislativo Nº 597 de 1970. Corte Suprema de Justicia. - Sala Plena. Bogotá, D. E., junio diecisiete de mil no­vecientos setenta. (Magistrado Ponente: Doctor Luis Sarmien­to Buitrago). 1970
Control constitucionalidad del Decreto legislativo Nº 597 de 1970Identificadores30030010069true82979Versión original30010069Identificadores

Norma demandada:  Control constitucionalidad del Decreto legislativo Nº 597 de 1970


ESTADO DE SITIO

NORMAS SOBRE EXPEDICION DE SALVOCONDUCTOS

La Corte se inhibe, por sustracción de materia, para decidir sobre la constitucionalidad del Decreto legislativo Nº 597 de 1970.

Corte Suprema de Justicia. - Sala Plena.

Bogotá, D. E., junio diecisiete de mil no­vecientos setenta.

(Magistrado Ponente: Doctor Luis Sarmien­to Buitrago).

En cumplimiento a lo dispuesto en el pa­rágrafo del artículo 121 de la Constitución Política, el Gobierno envió en su oportuni­dad el Decreto número 597 de este año, para su revisión sobre la, constitucionalidad del mismo.

TEXTO DEL DECRETO

"Decreto Nº 597 de 1970

(Abril 22)

"Decreto número 597 de 1970 abril 22, por el cual se dictan normas sobre expedi­ción de salvoconductos.

El Presidente de la República de Colom­bia, en ejercicio de las atribuciones que le confiere el artículo 121 de la Constitución Nacional y en desarrollo del Decreto 590 de 1970,

"Decreta

"Artículo 1º Cuando en desarrollo de las atribuciones de que trata el Decreto Legis­lativo 591 de 1970, los Gobernadores, Inten­dentes, Comisarios y Alcalde Mayor de Bo­gotá, D. E., establezcan en todo o en parte del territorio de su jurisdicción medidas de las autorizadas por tal norma, los permi­sos o salvoconductos para poder circular libremente serán expedidos por el respectivo Alcalde, en formularios especiales sumi­nistrados y firmados por el Comandante de Guarnición del lugar.

"Artículo 2º Los funcionarios subalternos de los Alcaldes, que éstos indiquen, podrán expedir los salvoconductos de que trata el artículo anterior, cuando el número de ha­bitantes o la extensión de la ciudad lo hagan aconsejable.

"Artículo 3º Este Decreto rige desde la fe­cha de su expedición y suspende las disposiciones que le sean contrarias.

"Comuníquese y cúmplase".

Para resolver se considera:

a) Recibido en la Secretaría este Decreto L el día 23 de abril pasado, se fijó en lista en los términos del artículo 14 del Decreto 0432 de 1969.

b) Antes de proceder la Sala Plena al estudio de la constitucionalidad de este Decreto, fue expedido por el Gobierno el número 738 de fecha 15 de mayo, por medio del cual se levantó el estado de sitio, razón por la cual, además, se suspendió expresamente la vigencia del Decreto 597 en es­tudio.

Por estas razones es preciso dar aplica­ción al artículo 30 del Decreto 0432 de 1969.

En consecuencia, la Corte Suprema de Justicia, en Sala Plena, previo estudio de la Sala Constitucional,

Resuelve

Declararse inhibida, por sustracción de materia, para decidir definitivamente sobre la constitucionalidad del Decreto número 597 de abril 21 de 1970.

Comuníquese al Gobierno, publíquese e insértese en la Gaceta Judicial.

Guillermo Ospina Fernández, Mario Alario Di Filippo, con salvamento de voto; José Enrique Arboleda Valencia; Humberto Barrera Domín­guez, con salvamento de voto; Juan Benavides Patrón; Ernesto Blanco Cabrera; Ernesto Cediel Angel; José Gabriel de la Vega; José María Esguerra Samper; Miguel Angel García Barbosa; Jorge Gaviria Salazar, con salvamento de voto; Germán Giraldo Zuluaga; César Gómez Estrada; Edmundo Harker Puyana; J. Crótatas Londoño C. Alvaro Luna Gómez, con salvamento de voto; Luis Eduardo Mesa Velásquez; Luis Carlos Pérez, con salvamento de voto; Luis Enrique Romero Soto; Julio Roncallo Acosta; Luis Sarmiento Bui­trago, con salvamento de voto; Eustorgio Sarria, con salvamento de voto; Hernán Toro Agudelo, con salvamento de voto; José María Velasco Gue­rrero.

Heriberto Caycedo Méndez, Secretario General

SALVAMENTO DE VOTO

De los Magistrados Hernán Toro Agudelo, Eustorgio Sarria, Jorge Gaviria Salazar, Alvaro Luna Gómez, Luis Carlos Pérez, Humberto Barrera Domínguez, Mario Ala­rio Di Filippo, Luis Sarmiento Buitrago.

1) Dado el carácter extraordinario de los poderes que desde 1886 otorga al Gobierno el artículo 121 de la Carta, y frente a la experiencia de ciertas desviaciones en su uso, la Ley 2ª de 1904 estableció por pri­mera vez el control jurisdiccional, precisa y exclusivamente respecto a los decretos le­gislativos. Así, en su artículo primero dis­puso que tales decretos "sólo tendrán fuer­za obligatoria cuando tengan por objeto defender los derechos de la Nación o repri­mir el alzamiento, conforme a la letra y al espíritu del artículo 121 de la Constitución". Y en el artículo segundo dijo: "La Corte Suprema de Justicia, a solicitud de cual­quier ciudadano, y previa audiencia del Procurador General de la Nación, decidirá definitivamente, en sala de acuerdo, sobre la validez o nulidad de los decretos legisla­tivos, de conformidad con el artículo ante­rior y con lo dispuesto en la Constitución Nacional, en la materia".

Tal principio fue luego elevado a canon constitucional en la reforma de 1910, gene­ralizando el control por la Corte de todas las leyes o decretos, conforme al que es hoy artículo 214, simultáneamente con el esta­blecimiento de la excepción que contempla el artículo 215. Tanto la Ley 2ª de 1904 co­mo el Acto legislativo número 3 de 1910, tuvieron el evidente propósito, a través del control jurisdiccional de los decretos legis­lativos de procurar que la acción del gobier­no, en épocas de perturbación del orden público, estuviera sometida a los preceptos constitucionales que rigen en todo tiempo, especialmente en cuanto a la estructura del Estado y el respeto a intangibles derechos individuales y sociales, como también diri­gida a cumplir sólo la finalidad estricta de esas facultades excepcionales, esto es, el restablecimiento del orden.

2) Nuevas experiencias llevaron al consti­tuyente de 1960 a estatuir preceptos que dieran más eficacia y agilidad a ese control jurisdiccional, al tiempo que se establecía un control político. En efecto, por el último extremo se dispuso la obligada reunión del Congreso por todo el tiempo que durara el estado de sitio; y conservándose la acción pública de inexequibilidad respecto a los de­cretos legislativos, la decisión de la Corte podía ser exigida, en términos brevísimos, también a solicitud conjunta de las Cáma­ras, votada por mayoría absoluta. La demora de la Corte causaba la suspensión del decreto y se erigía en mala conducta.

La reforma de 1968 eliminó la reunión del Congreso durante el estado de sitio, salvo si se trata de sesiones ordinarias o extraor­dinarias convocadas por el Gobierno, que­dando sustituido el control político por uno automático de tipo jurisdiccional, supri­miendo por ello la acción pública, con tér­minos precisos para dictar los fallos y bajo la destitución en caso de mora.

Y como ese control automático es la con­trapartida de los poderes excepcionales del artículo 121, el constituyente lo sustrajo del artículo 214 para estatuirlo especialmente en el parágrafo de aquél, así: "El Gobierno enviará a la Corte Suprema de Justicia, el día siguiente a su expedición, los decretos legislativos que dicte en uso de las faculta­des a que se refiere este artículo para que aquélla decida definitivamente sobre su constitucionalidad. Si el Gobierno no cum­pliere con el deber de enviarlos, la Corte Suprema de Justicia aprehenderá inmedia­tamente de oficio su conocimiento. Los tér­minos señalados en el artículo 214 se re­ducirán a una tercera parte, y su incumplimiento dará lugar a la destitución de los Magistrados responsables, la cual será decretada por el Tribunal Disciplinario".

El pensamiento que animó al constitu­yente, aún desde 1910, y con más énfasis en 1968, fue el de que encontrándose la Cor­te investida por él, como su delegataria, de la eminente tarea de guardar la integridad de la Constitución, para el caso mediante control de los decretos legislativos, en orden a procurar que se conserven siempre bajo los superiores ordenamientos de la Carta, procediera al examen de los mismos, deci­diendo siempre sobre su constitucionalidad. No hay rastro en la historia de esas refor­mas, y menos en la de 1968, que autorice la idea de que tales decisiones, sólo serán viables si el decreto se encuentra aún en vigor, pues semejante excepción no se con­templa en parte alguna. Y hay que enten­der que el constituyente sabía muy bien que el estado de sitio es transitorio y que por ende, al señalar términos como el máximo de treinta días para el fallo, bien pu­diera ocurrir que al proceder al mismo la disposición hubiera perdido ya su vigencia por el restablecimiento de la normalidad, o aún durante el estado de sitio por dero­gación o sustitución del decreto respectivo. Lo que el constituyente espera de la Corte es que resuelva definitivamente sobre la constitucionalidad de tales decretos, y esa decisión puede ser, para guarda de la inte­gridad del estatuto fundamental, tanto una sentencia de mérito, que declare exequible o inaplicable el precepto para el futuro in­mediato, como una que, por haber perdido su vigencia, dictamine también sobre su constitucionalidad, en todo caso ejerciendo así, en forma directa, una competencia cla­ra y expresa que no sólo es de naturaleza jurídica, sino que trasciende a lo político, en el más alto de los sentidos, por cuanto la Constitución es un estatuto esencialmen­te político, desde que traza una estructura del poder público y señala ciertos límites a su actividad.

3) La necesidad de resolver sobre el fondo de estos negocios resulta no sólo de lo ex­puesto, sino también y con gran claridad, de antecedentes jurisprudenciales de esta misma corporación. Así, aunque fue doctri­na de la Corte, determinada por considera­ciones de economía procesal, la de que respecto a una norma que ya había dejado de regir lo procedente era sólo una decisión inhibitoria, absteniéndose de fallar en el fondo, doctrina ésta criticada por algunos tratadistas y en varios salvamentos de oto <sic> por estimar que se rehúye con ella la mi­sión de guarda de la integridad de la Cons­titución, simultáneamente sostuvo que tal no era el caso de los decretos legislativos examinados mediante demanda presentada durante su vigencia transitoria, pues enten­dió que la finalidad buscada por el consti­tuyente exigía un pronunciamiento de fon­do, aún después de haber cesado de regir.

En efecto, en sentencia de 14 de febrero de 1949 (G. J. T. 65, Pág. 308), esta corporación dijo lo siguiente:

"La Corte está en un todo de acuerdo con el autorizado concepto de su colaborador, por cuanto efectivamente ha sido constante su jurisprudencia de inhibirse de conocer de las demandas de inexequibilidad cuando ellas recaen sobre leyes o decretos no vigen­tes, salvo el caso de que se trate de decretos legislativos, cuando la acusación se haya hecho dentro de su vigencia...

"Se observa que este género de disposicio­nes del Gobierno queda evidentemente sin vigor al levantarse el estado de sitio, por lo cual es también claro que después de pro­ducido ese hecho, no podría prosperar el conocimiento por la Corte de demandas re­ferentes a esta clase de decretos, por haber dejado de regir. Mas no se ve por qué no haya de conocer y fallar la Corte una de­manda sobre un decreto extraordinario, de los que se contemplan, presentada cuando la norma se hallaba vigente, el orden pú­blico estaba alterado y en estado de sitio la República.

"El constituyente quiere que la Corte de­cida acerca de la constitucionalidad de esos actos, y para que la finalidad buscada por él se realice, hay que entender y admitir que la decisión de la Corte puede venir pos­teriormente a la fecha en que se levanta el estado de sitio pues el decreto bien puede expedirse con una antelación tan corta res­pecto a ese hecho de la terminación de la anormalidad, que el conocimiento, trámite y sentencia serían físicamente imposibles en el corto espacio anterior a tal hecho, lo que indica que en el espíritu de la Constitución está el que pueda la Corte pronunciarse aún después de que se ha declarado restablecido el orden público, para que pueda cumplir el propósito de tutela constitucional que consagra el precepto a que se ha hecho mención. Solamente, se repite, que la demanda debe proponerse cuando está en vigencia el estado de sitio".

Y si esto se afirmaba cuando la decisión de la Corte sólo era procedente por acción pública, con mayor razón debe sostenerse ahora frente a un texto que consagra la revisión automática de los decretos legisla­tivos, en eventual ausencia del control po­lítico que el propio Congreso ejercía desde 1960.

4) Establece el artículo 30 del Decreto 432 de 1969 que "Cuando al proceder al fallo de constitucionalidad de una ley o decreto, encontrase la Corte que la norma revisada o acusada perdió ya su vigencia, la decisión será inhibitoria por sustracción de mate­ria".

Como se ve, el precepto transcrito recoge la doctrina de la Corte, anterior a la expedición del mismo; pero debe entenderse al menos con la misma excepción a que se aludió, esto es referido sólo a las acciones de inexequibilidad, propiamente dichas, y no a la revisión automática de los decretos legislativos, no sólo en atención a que aún para las demandas contra dichos decretos, posibles hasta la reforma de 1968, la Corte sostuvo la necesidad del fallo de mérito, se­gún atrás se vio, sino porque dadas las fi­nalidades de la nueva institución que con­sagra el parágrafo del artículo 121, la deci­sión de fondo de la Corte debe producirse siempre, y con mayores razones que en el caso anterior de acción pública, porque aho­ra se trata de un imperativo mandato del constituyente, que exige esa revisión sin ex­cepciones de ninguna clase.

El Decreto 432 de 1969 no puede recortar una competencia constitucional expresa, no condicionada, de la Corte Suprema de Jus­ticia. Si tal es su alcance, resulta inaplica­ble, conforme al artículo 215 de la Carta, y de ahí que nos hayamos permitido sostener, sin lograr su aceptación, la tesis de que debe producirse el fallo de fondo, aún des­pués de que los decretos legislativos hayan dejado de regir por cualquier causa, o al menos emitirse dictamen sobre su consti­tucionalidad en la parte motiva de la pro­videncia, siquiera por vía de doctrina, así ella fuera de inhibición en la resolutoria.

5) Es que el estado de sitio es siempre transitorio; las circunstancias, apreciadas por el gobierno, determinarán en cada caso el momento en que haya de cesar. En el más reciente, como puede suceder en el futuro, su duración fue, por fortuna y para ejem­plo, breve, limitada al tiempo que el gobier­no, estimó estrictamente necesario.

Pero la nueva doctrina de la Corte, nueva porque varió la anterior suya, atrás copiada, por apego al texto literal del Decreto 432 de 1969, desatendiendo el mandato supe­rior, incondicionado, del artículo 121 de la Constitución, implica un grave precedente, pues si la terminación del estado de sitio pone fin a la vigencia temporal de los de­cretos antes de que transcurran los términos que la misma Carta fijó para las decisiones de la corporación, el control que le está en­cargado deja de cumplirse, como acaba de ocurrir, y como puede pasar igualmente si, continuando el estado de sitio, los decretos legislativos se derogan o sustituyen unos por otros, después de producir efectos, pero an­tes del fallo, haciendo imposible el dictamen de la Corte.

Esta ausencia de calificación entraña así peligros que conviene evitar, no sólo defi­niendo siquiera por vía de doctrina el uso de los poderes del artículo 121, sino porque los decretos legislativos, no obstante que termina su vigencia, muchas veces prolon­gan sus efectos hacia el futuro, sin que so­bre la legitimidad de la fuente que los pro­dujo haya nunca pronunciamiento de fondo. Tal sería, por ejemplo, el caso de normas que establecieran procedimientos excepcio­nales de juzgamiento, apartándose de cier­tos principios de la Carta, que rigen para todo tiempo, o el traslado a la jurisdicción militar del conocimiento de infracciones que, por su naturaleza, carecen de conexi­dad con los motivos determinantes de la perturbación del orden público. En esos ejemplos, los efectos de un decreto eventualmente contrario a la Constitución podrían prolongarse o cumplirse después de que cesó su vigencia, salvo que a la larga, por vía de excepción, se reconozca que se opone a aquélla, y sólo en casos individuales, por falta del pronunciamiento general, firme y definitivo que compete a la Corte.

Tales son las razones por las cuales, con todo comedimiento, hemos disentido de la resolución de la Corte que respecto a los decretos legislativos de reciente fecha, en los cuales no se produjo decisión antes de expirar su vigencia, se inclinó por la decisión inhibitoria y adicionalmente por abstenerse de cualquier motivación para calificar de fondo su constitucionalidad. <sic>